miércoles, 7 de mayo de 2008

Hebreos 3:7-19

A. CUARENTA AÑOS DE PEREGRINACION POR LA INCREDULIDAD. Hebreos 3:7-11.

Para entender esta porción del libro de Hebreos, tenemos que entender algo de la historia de Israel. El autor de Hebreos menciona de paso varios acontecimientos del pasado de Israel que sus lectores entenderían perfectamente. Nosotros también podemos seguir sus argumentos si repasamos algunos de los relatos que tenemos en los libros de Exodo y Números.
Jacob (Israel) llevó a su familia a Egipto para escapar de una terrible hambruna en la tierra de Canaán al final del libro de Génesis. El Faraón de ese período lo recibió con toda cortesía y atención, para complacer a José que estaba gobernando el país como segundo al rey. En Egipto la familia creció hasta llegar a ser una gran nación. Los egipcios se inquietaron al ver una nación numerosa entre sus contornos, y uno de los faraones esclavizó a los descendientes de Israel, pensando que estaba protegiendo los intereses de los egipcios.
Por 400 años los israelitas moraron en Egipto. Eran esclavos durante mucho de este tiempo. Por fin su condición pesada les causó tanta angustia que clamaron a Dios, pidiendo socorro. Dios levantó a un líder para sacarles de Egipto y llevarles de nuevo a Canaán, su tierra hereditaria. Este líder, Moisés, confrontó a Faraón, comunicó la palabra de Dios a los israelitas, recibió a favor de ellos la ley, y les guió durante 40 años mientras peregrinaban entre Egipto y Canaán.
Ahora bien, el viaje no tuvo que durar 40 años. De hecho, los mercaderes que hacían comercio entre las dos regiones sólo duraban uno o dos meses haciendo su recorrido. Había una vía fácil entre Egipto y Canaán que subía al lado del Mar Mediterráneo. Dios no les llevó por ese camino. Tenía muchas cosas que enseñarles antes de que llegaran a Canaán, y quería probar su fe y confianza en él.
Por el camino de Egipto a Canaán, Dios mostró constantemente su fidelidad y poder a su pueblo.

¿Cómo mostró Dios su fidelidad para con Israel según los siguientes textos?

Éxodo 14:21-22 y 30-31 Dios les abrió camino seco a través del Mar Rojo para rescatarles del ejército egipcio.
Exodo 13:21-22. Dios les guió, les alumbró, y les protegió por medio de una columna de nube de día, y una columna de fuego de noche.
Exodo 16:4 y Josué 5:12. Dios les alimentó milagrosamente con maná todos los días hasta que llegaron a Canaán.
Exodo 17:4-6. Dios suplió milagrosamente su necesidad de agua.
Deuteronomio 8:4. Ni los vestidos ni los calzados se desgastaron durante 40 años de peregrinación.

Pudiéramos agregar muchas más cosas a la lista. Les dio su ley. Les protegió de los enemigos. En fin, les acompañó y les guió durante todo el tiempo que estaban en el desierto. Hizo esto a pesar de que se rebelaban contra él y contra el liderazgo de Moisés continuamente. Se quejaban por las provisiones que les daba, y desobedecían sus mandamientos.
Unos cuatro años de haber salido de Egipto, la nación llegó a la frontera de Canaán en un punto llamado Cades-barnea. Dios les dijo que entraran y conquistaran la tierra, porque él les había preparado el camino, y les daría victoria sobre sus enemigos. El pueblo no quiso confiar en el poder y sabiduría de Dios. Exigieron que se enviara espías para conocer el territorio (Deuteronomio 1:21-22). Dios cedió a su demanda, y se escogieron a doce espías. Ellos caminaron por todo el territorio de Canaán, y regresaron con reportajes alarmantes. Todos dijeron que la tierra era muy buena, y dos animaron al pueblo a confiar en Dios y a invadir el territorio en obediencia a su palabra. Los otros diez hablaron de las ciudades fortificadas, de los ejércitos bien equipados, y de los gigantes que habían visto.
La nación escogió escuchar a los diez espías temerosos. Rechazaron la voz de Dios, y rehusaron entrar en Canaán. Su incredulidad acobardó su corazón, y hablaron de apedrear a Moisés y regresar a Egipto. Les parecía más atractiva la esclavitud al lado del río Nilo que la libertad en su propia tierra bajo la protección de su fiel Dios.
Dios les dio lo que querían. No les permitió entrar en Canaán hasta que habían pasados 40 largos años. Toda aquella generación incrédula murió en el desierto, sin disfrutar de las bendiciones que Dios había querido darles. Los jóvenes y niños de aquellos hombres fueron los que al fin entraron en Canaán y la conquistaron. (Historia tomada de los libros de Exodo, Números, y Deuteronomio.)

Antes de mirar detenidamente el pasaje en Hebreos que tenemos por delante, sería provechoso aclarar una cosa más. El autor de Hebreos habla del “reposo de Dios” en diferentes maneras en toda esta sección. A veces se está refiriendo a la historia de Israel, y a veces a la vida del creyente. Vamos a presentar en forma de diagrama los diferentes “reposos” históricos y su significado simbólico en la vida del creyente.


Reposo del pasado: Dios reposó de su obra creativa (Génesis 2:2, Hebreos 4:4).
Israel reposó de su peregrinación cuando entró en Canaán (Deuteronomio 12:9, Josué 21:43-45, Hebreos 3:11).

Reposo del presente: El creyente reposa en Cristo cuando recibe la salvación (Mateo 11:28, Hebreos 4:3). El creyente reposa en Cristo después de la salvación cuando se somete a él. Esta es la vida cristiana victoriosa (Hebreos 4:11-13).

Reposo del futuro: El creyente encontrará perfecto reposo en la eternidad con Cristo (Hebreos 4:9, Apocalipsis 14:13)


(Diagrama adaptada de The Bible Exposition Commentary (Comentario Expositivo de la Biblia), por Warren W. Wiersbe, Volumen 2, página 288.)

1. El corazón duro de Israel. Hebreos 3:7-9.
Por lo cual, como dice el Espíritu Santo: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación, en el día de la tentación en el desierto, donde me tentaron vuestros padres; me probaron, y vieron mis obras cuarenta años.

El mismo Espíritu Santo que obraba con Israel en el pasado está rogando a los creyentes hoy a confiar plenamente en Dios. Nos ruega a aprender por los errores de Israel, y a seguir de cerca nuestro Dios. ¿Cuáles son las lecciones que podemos aprender de Israel?
• Dios es fiel. Los israelitas vieron el amor y la provisión milagrosa de Dios durante cuarenta años mientras peregrinaban entre Egipto y Canaán. Dios no ha cambiado. Aun cuando le fallamos, él permanece fiel, misericordioso, y justo.
• Israel sufrió la disciplina de Dios porque endureció su corazón. Un corazón duro no responde a la bondad de Dios. No obedece por las buenas. Tiene que ser quebrado por fuertes golpes para que llegue al arrepentimiento. ¿Cómo se endurece el corazón? De la misma manera que se forman callos en los dedos del guitarrista. Al principio de su aprendizaje, los dedos del artista son muy sensibles, y duele presionar las cuerdas. Mientras el guitarrista sigue ensayando, la piel de los dedos se pone cada vez más duro, hasta que ya puede presionar las cuerdas sin dolor. De la misma manera, cada vez que desatendemos la voz de Dios hablándonos de su palabra, se nos hace más fácil seguir haciéndolo. Al final, el pecado se vuelve habitual, y no escuchamos la voz del Espíritu Santo amonestándonos. Tenemos el corazón duro, y el único remedio es disciplina dolorosa.
• Por tener el corazón endurecido, Israel tentó repetidas veces a Dios. ¿Cómo lo tentó? Los israelitas se rebelaron contra su Dios. No quisieron obedecerlo, no agradecieron los milagros que estaba haciendo a su favor, y en varias ocasiones se fueron tras otros dioses. Murmuraban contra Dios, se quejaban por el maná que les alimentaba, y deseaban volver a Egipto. En Cades-barnea se rehusaron entrar en la tierra prometida. Diariamente lastimaban el corazón de Dios, y a pesar de todo esto, él siguió socorriéndoles, guiándoles, y protegiéndoles.


2. El resultado de la incredulidad. Hebreos 3:10-11.
A causa de lo cual me disgusté contra esa generación, y dije: Siempre andan vagando en su corazón, y no han conocido mis caminos. Por tanto, juré en mi ira: No entrarán en mi reposo.

Israel tuvo que vagar en el desierto durante cuarenta años porque no creyó que Dios podía darles la victoria sobre sus enemigos en Canaán. Habían visto los milagros de Dios a su favor, pero estos milagros no produjeron fe. Más bien, la gente tomó por sentado las bendiciones del Señor, y respondió con satisfacción de sí mismo y rebeldía. En vez de seguir a Dios, buscaron su propio camino (vagaron en su corazón), y terminaron muriendo en el desierto.
Dios no les pudo dar la bendición de entrar en la tierra, porque por incredulidad y rebeldía, no quisieron obedecerle. No pudieron entrar en el reposo de Canaán, sino todos los de aquella generación menos Josué y Caleb murieron en el desierto.
Ahora bien, Canaán representaba reposo para Israel en el sentido que al entrar en la tierra podrían construir casas, plantar huertos, y vivir sosegadamente. Sus días de vagancia en el desierto habían terminado. Canaán no representaba libertad de problemas, ni de luchas. Dentro de la tierra había enemigos que vencer, tentaciones que soportar, y mucho trabajo que hacer.
Para el creyente el reposo de “Canaán” no representa la eternidad con Cristo. Durante la eternidad no seremos tentados, ni tendremos que luchar contra enemigos. El reposo de Canaán representa más bien una vida sometida en obediencia a Dios. Representa una vida controlada por el Espíritu Santo (Efesios 5:18-21). Representa una vida libre de la ley y de obras muertas (Romanos 7). El creyente espiritual ha entrado en el reposo de “Canaán” en el sentido que no está tratando de vivir la vida espiritual él solo, sino está completamente sometido a la voluntad de su Padre celestial. Está confiando en él para proveer lo que necesita para obedecer, y está descansando en la obra perfecta que Jesús hizo a su favor. No se le ocurre volver a la vida anterior, porque está disfrutando de la paz y gozo de plena comunión con su Señor.
El creyente que está “vagando en el desierto” es el creyente carnal. Este individuo es hijo de Dios porque ha creído en Cristo. Lo que pasa es que está dominado por el pecado en su vida. Vive derrotado. A veces duda su salvación. Trata de agradar a Dios por sus propias esfuerzos (cumpliendo la ley o una lista de deberes), y fracasa una y otra vez. Se desanima fácilmente, y poco le provoca la lectura bíblica y la oración.

Aprenda más acerca del creyente carnal en los siguientes versículos.

1ª a Corintios 3:1-3. El creyente carnal no puede entender bien las cosas espirituales, porque su enfoque está en las cosas de este mundo y en los bienes materiales. Evidencias de la carne en la vida del creyente son: celos, contiendas y disensiones.
Romanos 8:5. Los pensamientos del creyente carnal están enfocados en sus deseos y apetitos, no en las cosas del Espíritu Santo. El enfoque de su vida es terrenal, no celestial.
Gálatas 5:13. El Espíritu Santo y la “carne” están en oposición el uno al otro en la vida del creyente. El Espíritu Santo nos amonesta a someternos a Dios, mientras la “carne” nos esclaviza al pecado. La “carne” en este sentido se compone de los deseos, apetitos y hábitos en nosotros que están dominados por la ley del pecado.
Gálatas 5:19-21. Evidencias de una vida dominada por la carne son: pecados relacionados con los apetitos físicos como fornicación y borrachera, pecados relacionados con la religión como hechicerías y falsas doctrinas, y pecados relacionados con el trato con otros como enemistades y envidias.
Gálatas 6:7-8. Cosechamos lo que sembramos, de modo que si nuestra vida está llena de las obras de la carne, sufriremos las consecuencias de esta clase de vida.


Al estudiar las características del creyente carnal, vemos que muchos de nosotros estamos “vagando en el desierto”, como lo hizo Israel. No hemos entrado en el reposo que Dios tiene para nosotros cuando nos sometemos totalmente a Dios Espíritu Santo. ¿Por qué estamos atrapados en el “desierto” de una vida cristiana derrotada? Precisamente por la misma razón porque los israelitas no pudieron entrar en Canaán. Nuestro corazón se ha endurecido por causa de la falta de confianza en Dios. El autor de Hebreos expone sobre esta idea en los siguientes versículos.

B. EL PELIGRO DE SEGUIR MALOS EJEMPLOS. Hebreos 3:12-19.

1. El pecado de la incredulidad. Hebreos 3:12.
Mira, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo.

Israel no confió en la bondad y el poder de Dios. No creyó que él les daría el poder para cumplir su mandamiento de entrar en la tierra. No tomó en cuenta las evidencias de su poder y misericordia, ni recordó las bendiciones que habían recibido. Pensaron que tendrían que conquistar a Canaán con sus propias fuerzas, y se llenaron de temor.

¿Qué relación ves entre la situación de los israelitas en Cades-barnea y el creyente carnal?
El creyente carnal sigue viviendo según las costumbres de su vida antes de conocer a Cristo. Así como los israelitas, no toma en cuenta el poder de Dios, ni su bondad y misericordia. Habiendo recibido vida nueva en Cristo por la fe, piensa que tendrá que vivir la vida cristiana por sus propias fuerzas. Fracasa una y otra vez, porque el pecado le ha dominado, y no quiere depender de Dios. Está vagando en el “desierto” de desánimo y derrota, porque no echa mano a las provisiones que Dios le está ofreciendo.

El autor del libro de Hebreos nos amonesta rechazar la incredulidad ya que la desconfianza sólo nos aparta de Dios. La única manera de encontrar completa satisfacción es en unión con nuestro Creador. Jesús nos hizo para él mismo, y estamos incompletos aparte de él. La incredulidad es lo que separa el mundo entero de Dios, y puede hacer lo mismo en la vida del creyente. No es que pierda su salvación, pero pierde el gozo de su salvación. Pierde el placer de disfrutar de la comunión íntima con Cristo.

2. Exhortación contra la incredulidad. Hebreos 3:13.
Antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado.

Una de nuestras responsabilidades como miembros del cuerpo de Cristo es animar a nuestros hermanos a permanecer fiel. La palabra “exhortar” quiere decir: amonestar, animar, o incitar a una persona a tomar alguna decisión o a actuar de cierta manera. Siempre tiene que ver con el futuro, mientras la consolación tiene que ver con alguna prueba que sucedió en el pasado o que está sucediendo actualmente. Cuando exhortamos a alguien, le estamos impulsando hacia determinada acción.

Debemos hacerlo cada día, es decir, es una de nuestras responsabilidades más apremiantes como hijos de Dios.
¿Cuál debe ser el propósito de nuestras exhortaciones?
Nuestro propósito en exhortar debe ser ayudar a nuestros hermanos a apartarse del pecado, ya que el pecado nos engaña y nos separa de Dios.

3. Estamos unidos a Cristo, no tenemos excusa por ser incrédulos. Hebreos 3:14-15.
Porque somos hechos participantes de Cristo, con tal que retengamos firme hasta el fin nuestra confianza del principio, entre tanto que se dice: Si oyereis hoy su voz, no endurezcáis vuestros corazones, como en la provocación.

Cuando creímos en Jesús como nuestro Salvador, Dios no unió con él, y con todos los que son de él. Somos participantes de su justicia (Romanos 5:1-2), y de su muerte, sepultura, y resurrección (Romanos 6:1-6). Por eso pertenecemos a él, y el pecado ha perdido autoridad sobre nosotros.
Con el privilegio de ser participantes de Cristo viene la responsabilidad de serle fiel. Estamos en el deber de mantener la misma fe que tuvimos al nacer en la familia de Dios. De la misma manera que nacemos por la fe, también vivimos por él. (Véase Gálatas 3:2-3.)
Volvemos al ejemplo de Israel. La nación salió de Egipto por la fe. Cruzó el mar Rojo por la fe. Estaban confiando que el Dios que derrotó al faraón les protegería de él. Su fe tambaleó, pero a lo menos obedecieron y siguieron a Moisés. Al llegar a la frontera de Canaán, estaban en el deber de demostrar la misma fe que tuvieron al salir de Egipto. En Canaán enfrentarían poderosos enemigos, pero su Dios les había comprobado que era más poderoso que cualquier rey terrenal. Ahora bien, Israel no creyó a su Dios. Desconfió y rehusó entrar en la tierra. ¿En ese momento dejó de ser el pueblo de Dios? ¿Perdió su salvación? ¡Claro que no! Dios siguió proveyendo por sus necesidades, y protegiéndoles de peligro. ¿Perdieron algo entonces? ¡Claro que sí! Perdieron el privilegio de disfrutar de lo que Dios les tenía preparado en Canaán.
De la misma manera, el creyente está en el deber de seguir confiando en su amante Salvador. Recibió la salvación por la fe, y la única manera de tener victoria en la vida espiritual es por la fe. Cuando confiamos en el Señor, nos sometemos a su voluntad. Estamos convencidos de lo que él tiene para nosotros es lo mejor. Ahora bien, ¿el creyente que no se somete a Cristo en su vida después de ser salvo pierde la salvación? No la pierda, porque está basada en la fidelidad de Dios. Lo que pierde es el gozo de disfrutar del gozo y de las bendiciones que Dios le tenía.

4. La incredulidad de Israel les robó la bendición. Hebreos 3:16-19.
¿Quiénes fueron los que, habiendo oído, le provocaron? ¿No fueron todos los que salieron de Egipto por mano de Moisés? ¿Y con quiénes estuvo él disgustado cuarenta años? ¿No fue con los que pecaron, cuyos cuerpos cayeron en el desierto? ¿Y a quiénes juró que no entrarían en su reposo, sino a aquellos que desobedecieron? Y vemos que no pudieron entrar a causa de incredulidad.

Los mismos israelitas que vieron la potencia de Dios cuando salieron de Egipto, y vieron la majestad de Dios sobre el monte Sinaí, fueron los que provocaron a Dios a ira por su incredulidad. No hay nada que exaspera más que una persona que rehúsa a aceptar un regalo ofrecido en buena fe. Pongamos un ejemplo. Digamos que una esposa trabajó toda la tarde para preparar una comida especial a su marido y éste, al llegar a casa le dice: “Estoy cansado de esos sancochos que haces. Salgamos al restaurante”. O digamos que un niño trabajó por días para preparar un regalo para su mamá, y el otro día encuentra el regalo en la basura. ¿Cómo se siente la persona cuyo regalo es rechazado? ¿Cómo crees que se siente Dios cuando rechazamos una y otra vez las bendiciones que él quiere darnos, porque estamos enamorados de hacer nuestra propia voluntad?
Dios no retiró de Israel su amor ni su protección cuando se rebelaron contra él por su falta de fe. Pero ellos nunca disfrutaron las bendiciones que les estaban esperando en Canaán. De la misma manera, el creyente que rehúsa someterse a Dios pierde una cantidad de bendiciones:
• Pierde el gozo de su salvación (Salmo 51:12).
• Pierde poder en la oración (Salmo 66:18).
• Pierde el privilegio de servir a Dios (Hechos 5:1-11).
• Pierde el placer de la comunión estrecha con Jesús (Mateo 26:75).
• Pierde el testimonio delante de otros, y trae infamia sobre el nombre de Cristo (2º de Samuel 12:13-14).
• Si persiste en pecar, pierde la vida física antes del tiempo (1ª de Juan 5:16).
• Pierde galardones en la vida futura (1ª a Corintios 3:15).
Pensándolo bien, ¿no te parece mejor someterte a Dios en fe y confianza hoy? Puedes estar seguro de que él quiere tu bien, y de que todo lo que tiene planeado para ti resultará en satisfacción y bendición duradera.